miércoles, 23 de marzo de 2011

Historia de una caida.


Me levanto de la mesa, miro al frente sin inmutarme y me dejo caer hacia atrás sin energía, más bien como con indiferencia, y empiezo a caer.
Noto algo de aire detrás de las orejas, algo de cosquilleo en la tripa, nada fuera de lo normal.
Mientras caigo, mi cabeza no piensa en nada.
No está feliz, más bien no piensa en nada para no poder pensar algo malo.
Siempre es mejor la soledad que las malas compañías, en especial dentro de la cabeza.
El mundo alrededor se vuelve cada vez más oscuro, más simple, en gris oscuro con trazos en negro y un hilo de luz que no sé de donde sale, al que no le doy mucha importancia, y oigo un fuerte golpe de silencio que ensordece mis oídos mientras caigo.
Giro la cabeza, y mientras caigo veo mis dedos, veo cómo se relajan, a mis lados, sin aferrarse al aire, sin la vida que los caracterizó en su día, y empiezo a ver cómo mis uñas se empiezan a deshacer, y lentamente mientras caigo, a ambos lados mis dedos empiezan a desaparecer, seguidos por mis manos y mis pies, y después, mis piernas.
Poco a poco mi cuerpo se deshace en la oscuridad, desapareciendo en una inescrutable oscuridad para no ser visto de nuevo.
Al poco me doy cuenta de que ya carezco de brazos y piernas, de que mi ombligo está siendo consumido, constantemente voy desapareciendo sin remordimiento.
Al final puedo ver mi corazón, que no está siendo consumido y veo que se queda solo, que se queda colgando de un hilo de luz.
Que ese hilo de luz que veía era de mi corazón.
Era lo que me ha estado sujetando, lo que hace que no caiga, que no me consuma por completo, que quede algo que de vida a la oscuridad del mundo.
Cuando mi cuerpo ya había desaparecido, veo mi corazón en un hilo.
Solo en la oscuridad.
Solo con sus latidos.
Solo con la luz, fina, delicada, que se resiste a desaparecer, que probablemente, por muy oscuro que parezca el mundo, sujetará mi corazón e impedirá que caiga en la nada.
En ese hilo no hay cabida para la razón, la lógica, la verdad, la alegría, el mundo real, el ocio, el vicio, el pensamiento.
En ese hilo solo puede caber un único sentimiento.
La esperanza.
La esperanza de que ese hilo no será el único que sujete mi corazón.

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