domingo, 4 de septiembre de 2011

Bajo tu mirada, mi Luna

Bajo la mirada de la Luna, de la más brillante de todas, la que me otorga sueños, esperanza, vida.
Bajo su dulce mirada me rindo, me desvanezco para cerrar los ojos, para dejarme llevar por la levedad de mi alma, para despedirme de todo el peso que me minaba, me ataba, me retenía en el abismo más profundo, en el que me ahogaba.
Me ahogaba una y otra vez.
Hasta que sus dulces labios me dieron el aire que necesitaba.
Su aliento de miel, su sedoso pelo que flotaba a mi alrededor, que rompía las cadenas con las que me ataban mis demonios, con las que me estrangulaban una y otra vez.
Su sedoso pelo que acariciaba mi rostro, otorgándole ligereza, belleza que desconocía.
Rotundamente bella.
Brutalmente preciosa.
Con la belleza como axioma de mi universo me rodeaba por doquier.
Su belleza me daba sed, que sólo saciaba bebiendo de ella, alimentándome de su cuerpo, como el único alimento que me da la vida.
Y cuanto más bebía de ella, más flotaba, más me atraías, dulce Luna, más fácil me resultaba quitarme las cadenas y permanecer a tu lado, flotando inerte, con la sonrisa tonta que sólo otorgas tú, bella Luna.
Y cuanto más te miro más te quiero.
Y cuanto más te acaricio más te deseo.
Y cuanto más te beso más quiero devorarte, alimentarme una y otra vez de la belleza de tu alma, como un ánima que es puro manantial, que más sed me das y más me sacias.
Y más quiero devorarte.
Hacerte mía una y otra vez.
Y que sólo haya un alma.
Que sólo haya una dirección.
Que sólo haya un destino.
Que el destino sea el mismo que el camino.
El paraíso como camino.
El paraíso como fin.
La belleza.
Siempre la belleza.
Sólo tu belleza, bella Luna.
Sólo tú, mi Luna.

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